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西語小說閱讀:《總統先生》(6)

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來源:網絡 2020-11-24 00:06 編輯: 歐風網校 246

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摘要: 西語小說閱讀:《總統先生》(6)

《總統先生》(6)



La cabeza de un general

Miguel Cara de ángel, el hombre de toda la confianza del Presidente, entró de sobremesa.

— Mil excusas, se or Presidente! —dijo al asomar a la puerta del comedor. (Era bello y malo como Satán)—. Mil excusas, Se or Presidente, si vengo-ooo... pero tuve que ayudar a un le atero con un herido que recogió de la basura y no me fue posible venir antes! Informo al Se or Presidente que no se trataba de persona conocida, sino de uno así como cualquiera!

El Presidente vestía, como siempre, de luto riguroso: negros los zapatos, negro el traje, negra la corbata, negro el sombrero que nunca se quitaba; en los bigotes canos, peinados sobre las comisuras de los labios, disimulaba las encías sin dientes, tenía los carrillos pellejudos y los párpados como pellizcados.

— Y se lo llevó adonde corresponde?... —interrogó desarrugando el ce o...

—Se or...

— Qué cuento es ése! Alguien que se precia de ser amigo del Presidente de la República no abandona en la calle a un infeliz herido víctima de oculta mano!

Un leve movimiento en la puerta del comedor le hizo volver la cabeza.

—Pase, general...

—Con el permiso del Se or Presidente...

— Ya están listos, general?

—Sí, Se or Presidente...

—Vaya usted mismo, general; presente a la viuda mis condolencias y hágale entrega de esos trescientos pesos que le manda el Presidente de la República para que se ayude en los gastos del entierro.

El general, que permanecía cuadrado, con el quepis en la diestra, sin parpadear, sin respirar casi, se inclinó, recogió el dinero de la mesa, giró sobre los talones y, minutos después, salió en automóvil con el féretro que encerraba el cuerpo de ese animal.

Cara de ángel se apresuró a explicar:

—Pensé seguir con el herido hasta el hospital, pero luego me dije: Con una orden del Se or Presidente lo atenderán mejor. Y como venía para acá a su llamado y a manifestarle una vez más que no me pasa la muerte que villanos dieron por la espalda a nuestro Parrales Sonriente...

—Yo daré la orden...

—No otra cosa podía esperarse del que dicen que no debía gobernar este país...

El Presidente saltó como picado.

— Quiénes?

— Yo, el primero, Se or Presidente, entre los muchos que profesamos la creencia de que un hombre como usted debería gobernar un pueblo como Francia, o la libre Suiza, o la industriosa Bélgica o la maravillosa Dinamarca!... Pero Francia..., Francia sobre todo... Usted sería el hombre ideal para guiar los destinos del gran pueblo de Gambetta y Víctor Hugo!

Una sonrisa casi imperceptible se dibujó bajo el bigote del Presidente, el cual, limpiando sus anteojos con un pa uelo de seda blanca, sin dejar de mirar a Cara de ángel, tras una breve pausa encaminó la conversación por otro lado.

—Te llamé, Miguel, para algo que me interesa que se arregle esta misma noche. Las autoridades competentes han ordenado la captura de ese pícaro de Eusebio Canales, el general que tú conoces, y lo prenderán en su casa ma ana a primera hora. Por razones particulares, aunque es uno de los que asesinaron a Parrales Sonriente, no conviene al Gobierno que vaya a la cárcel y necesito su fuga inmediata. Corre a buscarlo, cuéntale lo que sabes y aconséjale, como cosa tuya, que se escape esta misma noche. Puedes prestarle ayuda para que lo haga, pues, como todo militar de escuela, cree en el honor, se va a querer pasar de vivo y si lo agarran ma ana le quito la cabeza. Ni él debe saber esta conversación; solamente tú y yo... Y tú ten cuidado que la policía no se entere que andas por ahí; mira cómo te las arreglas para no dar el cuerpo y que este pícaro se largue. Puedes retirarte.

El favorito salió con media cara cubierta en la bufanda negra. (Era bello y malo como Satán). Los oficiales que guardaban el comedor del amo le saludaron militarmente. Presentimiento; o acaso habían oído que llevaba en las manos la cabeza de un general. Sesenta desesperados bostezaban en la sala de audiencia, esperando que el Se or Presidente se desocupara. Las calles cercanas a Palacio y a la Casa Presidencial se veían alfombradas de flores. Grupos de soldados, al mando del Comandante de Armas, adornaban el frente de los cuarteles vecinos con faroles, banderitas y cadenas de papel de China azul y blanco.

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