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西語小說閱讀:《總統先生》(38)

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來源:網絡 2020-04-15 23:22 編輯: 歐風網校 135

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摘要: 西語小說閱讀:《總統先生》(38)

El viaje



Y ese río que corría sobre el techo, mientras arreglaba los baúles, no desembocaba allí en la casa, desembocaba muy lejos, en la inmensidad que daba al campo, tal vez al mar. Un pu etazo de viento abrió la ventana; entró la lluvia como si se hubieran hecho a icos los cristales, se agitaron las cortinas, los papales sueltos, las puertas, pero Camila siguió en sus arreglos; la aislaba el hueco de los baúles que iba llenando y aunque la tempestad le prendiera alfileres de relámpago en el pelo, no sentía nada lleno ni diferente, sino todo igual, vacío, cortado, sin peso, sin cuerpo, sin alma, como estaba ella.

—... entre vivir aquí y vivir lejos de la fiera! —repitió Cara de ángel al cerrar la ventana—. Qué dices?... Sólo eso me faltaba! Acaso me lo voy huido!

—Pero con lo que me contabas anoche de los brujos jicaques que bailan en su casa...

— Si no es para tanto!... —un trueno ahogó su voz—. ... Y además, dime: qué podrían adivinar? Hazme el favor: el que me manda a Wáshington es él; él es el que me paga el viaje... Así, caramba! Ahora, que cuando esté lejos cambie de parecer, todo cabe en lo posible: te vienes tú con el pretexto de que estás o estoy enfermo y que por vida suya nos busque después en el almanaque...

—Y si no me va dejando salir...

—Pues vuelvo yo callada la boca y nada se ha perdido, no te parece? La peor cacha es lo que no se hace...

— Tú todo lo ves tan fácil!...

—Y con lo que tenemos podemos vivir en cualquier parte; y vivir, lo que se llama vivir, que no es este estarse repitiendo a toda hora: pienso con la cabeza del Se or Presidente, luego existo; pienso con la cabeza del Se or Presidente, luego existo... .

Camila se le quedó mirando con los ojos metidos en agua, la boca como llena de pelo, los oídos como llenos de lluvia. —Pero por qué lloras?... No llores...

— Y qué quieres que haga?

— Con las mujeres siempre ha de ser la misma cosa!

— Déjame!...

— Te vas a enfermar si sigues llorando así; sea por Dios!...

— No, déjame!...

— Ya parece que me fuera a morir o me fueran a enterrar vivo!

— Déjame!

Cara de ángel la guardó entre sus brazos. Por sus mejillas de hombre duro para llorar corrían dos lágrimas torcidas y quemantes como clavos que no acaban de arrancarse.

—Pero me escribes... —murmuró Camila.

—Por supuesto...

— Mucho te lo encargo! Mira que nunca hemos estado separados. No me vayas a tener sin carta: para mí va a ser agonía que pasen los días y los días sin saber de ti... Y cuídate! No te fíes de nadie, oyes? Que no se te entre por un oído, de nadie, y menos de lo paisanos, que son tan mala gente... Pero lo que más te encargo es... —los besos de su marido le cortaban las palabras— ... que... te encargo... es que... que... te encargo... es que me escribas!

Cara de ángel cerró los baúles sin apartar los ojos de los de su esposa cari osos y zonzos. Llovía a cántaros. El agua se escurría por las canales con peso de cadena. Los ahogaba la aflictiva noción del día próximo, ya tan próximo, y sin decir palabra —todo estaba listo— se fueron quitando los trapos para meterse en la cama, entre el tijereteo del reloj que les hacía pedacitos las últimas horas — tijeretictac!, tijeretictac!, tijeretictac!...— y el zumbido de los zancudos que no dejaban dormir.

—Ahora sí que dialtiro se me pasó por alto que cerraran los cuartos para que no se entraran los zancudos. Qué tont-ay, Dios mío!

Por toda respuesta, Cara de ángel la estrechó contra su pecho; la sentía como ovejita sin balido, desvalida.

No se atrevía a apagar la luz, ni a cerrar los ojos, ni a decir palabra. Estaban tan cerca en la claridad, cava tal distancia la voz entre los que se hablan, los párpados separan tanto... Y luego que en la oscuridad era como estar lejos, y luego que con todo lo que querían decirse aquella última noche, por mucho que se dijeran, todo les habría parecido dicho como por telegrama.

La bulla de las criadas, que andaban persiguiendo un pollo entre los sembrados, llenó el patio. Había cesado la lluvia y el agua se destilaba por las goteras como en una clepsidra. El pollo corría, se arrastraba, revoloteaba, se somataba por escapar a la muerte.

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