西班牙語閱讀:《一千零一夜》連載二
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來源:網絡
2021-01-16 01:04
編輯: 歐風網校
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摘要:
西班牙語閱讀:《一千零一夜》連載二
Y Schahrazada, aquella primera noche, empezó su relato con la his-toria que sigue:
PRIMERA NOCHE
HISTORIA DEI. MERCADER Y EL EFRIT
Schahrazada dijo:
“He llegado a saber, oh rey, afor-tunado! que hubo un mercader entre los mercaderes, due o de numerosas riquezas y de negocios comerciales en todos los países.
Un día montó a caballo y salió para ciertas comarcas a las cuales le llamaban sus negocios. Como el ca-lor era sofocante, se sentó debajo de un árbol, y echando mano al saco de provisiones, sacó unos dáti-les, y cuando los hubo comido tiró a lo lejos los huesos. Pero de pronto se le apareció un efrit de enorme estatura que, blandiendo una espada, llegó hasta el mercader y le dijo: “Levántate para que yo te mate como has matado a mi hijo.” El mer-cader repuso: “Pero cómo he mata-do yo a tu hijo?” Y contestó el efrit: “Al arrojar los huesos, dieron en el pecho a mi hilo y lo mataron.” En-tonces dijo el mercader: “Considera oh gran efrit! que no puedo mentir, siendo, como soy, un creyente. Ten-go muchas riquezas, tengo hijos y esposa, y además guardo en mi casa depósitos que me confiaron. Permi-teme volver para repartir lo de cada uno, y te vendré a buscar en cuanto lo haga. Tienes mi promesa y mi juramento de que volveré en seguida a tu lado. Y tú entonces harás de mí lo que quieras. Alah es fiador de mis palabras.”
El efrit, teniendo confianza en él, dejó partir al mercader.
Y el mercader volvió a su tierra, arregló sus asuntos, y dio a cada cual lo que le correspondía. Después contó a su mujer y a sus hijos lo que le había ocurrido, y se echaron todos a llorar: los parientes, las mujeres, los hijos. Después el mercader hizo testamento y estuvo coa su familia hasta el fin del a o. Al llegar este término se resolvió a partir, y toman-do su sudario bajo el brazo, dijo adiós a sus parientes y vecinos y se fue muy contra su gusto. Los suyos se lamentaban, dando grandes gritos de dolor.
En cuanto al mercader, siguió su camino hasta que llegó al jardín en cuestión, y el día en que llegó era el primer día del a o nuevo. Y mien-tras estaba sentado, llorando su des-gracia, he aquí que un jeique se diri-gió hacia él, llevando una gacela encadenada. Saludó al mercader, le deseó una vida próspera, y le dijo: “ Por qué razón estás parado y solo en este lugar tan frecuentado por los efrits?”
Entonces le contó el mercader lo que le había ocurrido con el efrit y la causa de haberse detenido en aquel sitio. Y el jeique due o de la gacela se asombró grandemente, y dijo: “ Por Alah! oh hermano! tu fe es una gran fe, y tu historia es tan pro-digiosa, que si se escribiera con una aguja en el ángulo interior de un ojo, sería motivo de reflexión para el que sabe reflexionar respetuosamente.” Después, sentándose a su lado, pro-siguió: “ Por Alah! oh mi hermano! no te dejaré hasta que veamos lo que te ocurre con el efrit.” Y allí se que-dó, efectivamente, conversando con él, y hasta pudo ayudarle cuando se desmayó de terror, presa de una aflicción muy honda y de crueles pensamientos. Seguía allí el due o de la gacela, cuando llegó un segundo jeique, que se dirigió a ellos con dos lebreles negros. Se acercó, les deseó la paz y les preguntó la causa de haberse parado en aquel lugar fre-cuentado por los efrits. Entonces ellos le refirieron la historia desde el principio hasta el fin. Y apenas se había sentado, cuando un tercer jei-que se dirigió hacia ellos, llevando una mula de color de estornino. Les deseó la paz y les preguntó por qué estaban sentados en aquel sitio. Y los otros le contaron la historia desde el principio hasta el fin. Pero no es de ninguna utilidad el repetirla.
A todo esto, se levantó un violento torbellino de polvo en el centro de aquella pradera. Descargó una tor-menta, se disipó después el polvo y apareció el efrit con un alfanje muy afilado en una mano y brotándole chispas de los ojos. Se acercó al grupo, y dijo cogiendo al merca-der: “Ven para que yo te mate como mataste a aquel hijo mío, que era el aliento de mi vida y el fuego de mi corazón.” Entonces se echó a llorar el mercader, y los tres jeiques em-pezaron también a llorar, a. gemir y a suspirar.
Pero el primero de ellos, el due o de la gacela, acabó por tomar áni-mos, y besando la mano del efrit, le dijo: “ Oh efrit, jefe de los efrits y de su corona! Si te cuento lo que me ocurrió con esta gacela y te maravilla mi historia, me recompensarás con el tercio de la sangre de este mer-cader?” Y el éfrit dijo: “Verdadera-mente que sí, venerable jeique. Si me cuentas la historia y yo la encuen-tro extraordinaria, te concederé el tercio de esa sangre.”
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