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西語閱讀:《一千零一夜》連載38

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來源:網絡 2021-01-31 00:40 編輯: 歐風網校 254

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摘要: 西語閱讀:《一千零一夜》連載38

PERO CUANDO LLEGó LA 856 NOCHE



Schahrazada dijo:

“Y había llevado a la casa la trinca en cuestión, de la que Kasín no podría servirse, y allí había espe-rado el regreso de su amo. En po-cas palabras, ella le puso al corrien-te de lo que pensaba hacer, plan que el le ador aprobó manifestando al mismo tiempo la admiración que sentía por su ingenio.

A la ma ana siguiente, la dili-gente Morgana fue a ver al mis-mo vendedor de drogas y, con ros-tró lleno de lágrimas y con muchos suspiros, le pidió una droga que de ordinario sólo se da a los en-fermos moribundos, a adiendo: “Si este remedio no le cura, se ha perdido toda esperanza”; y al mismo tiempo tuvo cuidado de informar a todos las vecinos del barrio de la supuesta gravedad de Kasín, el her-mano de Alí Babá. Al día siguente por la ma ana, cuando las gentes del barrio se despertaron, al oír gritos y lamentaciones, no dudaron de que eran proferidos par la esposa de Kasín, por la esposa del hermano de Kasín; por la joven Morgana y por todos los parientes, para así anun-ciar la muerte de Kasín.

Durante este tiempo, Morgana continuó realizando su plan dicién-dose: “Hija mía, no todo consiste en hacer pasar una muerte violen-ta por una muerte natural, ya que además hay un gran peligro: de-jar que las gentes se den cuenta de que el dífunto está cortado en seis trozos” Sin tardanza, corrió a casa de a un viejo zapatero re-mendón del barrío, que no lo conocía y, saludándole, le puso en la mano un dinar de oro y le dijo.: “ Oh jeique Mustafá, tu trabajo me es necesario!” El viejo remendón que era hombre de naturaleza alegre, respondió: “ Oh día luminoso, ben-dito por tu venida, oh rostro de lu-na! Habla oh mi due a, y te res-ponderé con la obedienda!” Morga-na le dijo: “ Oh, mi tío Mustafá! Levántate y ven conmigo, pero antes coge lo necesario para coser cuero!” Cuando él hizo lo que ella le pedía, tomó un pa uelo y ven-dándole los ojos, le dijo: “ Es condición imprescindible! Sin esto no hacemos nada!”; pera el zapatero gri-tó: “ Oh joven quieres que por un dinar reniegue de la fe de mis pa-dres o cometa algún robo o crimen extraordinario?” La joven le cortes-tó: “ Alejado sea el maligno, oh jei-que! Tranquiliza tu conciencia! No es nada de lo que imaginas, pues solo se trata de hacer una costura.” Mientras hablaba le puso en la mano una segunda pieza de oro que con-venció al remendón.

Morgana le cogió de la mano, con los ojos ya vendados, y le llevó a la casa de Alí Babá y allí le quitó el pa uelo y mostrándole el cuerpo del difunto, cuyos miembros ella misma había reunido, le dijo:' “Te he tráído aquí de la mano a fin de que cosas los seis trozos que ves”; y como el jeique retrocediese espantado, la ani-mosa Morgana le puso una nueva moneda de oro en la mano y le pro-metió otra más si hacía el trabajo rápidamente, lo que decidió al zapa-tero a ponerse a trabajar. Cuando concluyó la costura, Margana le volvió a vendar los ojos y despúés de darle la recompensa prometida, le dejó, apresurándose a regresar a su casa, volviendo la vista de vez en cuando para ver si era observada por el zapatero.

Una vez que llegó, tomó el cuer-po reconstruido de Kasín, lo perfumó con incienso y lo amortajó ayudada por Alí Babá. Y para evi-tar que los hombres que trajeran las parihuelas sospechasen nada, ella misma fue por ellas pagando genero-samente. Después, siempre ayudada por Alí Babá, puso el cuerpo en la caja mortuoria y la recubrió con te-las adecuadas. Mientras tanto, llega-ran el imán y demás dignatarias de la mezquita, y cuatro vecinos carga-ron las parihuelas sobre sus hom-bros; el imán se puso a la cabeza del cortejo seguido por los lectores del Corán.

Morgana, iba tras los portado-res llorosa y gimiente, golpeándose el pecho y mesándose los cabellos, en tanto que Alí Babá cerraba, la marcha, acompa ado de algunos ve-cinos. Así llegaron al cementerio mientras que en la casa de Alí Babá las mujeres dejaban oír sus lamenta-ciones y gritos de dolor.

La verdad de aquella muerte que-dó al abrigo de toda indiscreción, sin que persona alguna sospechase lo más leve de la funesta aventura.

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